El cannabis medicinal se está abriendo paso en Brasil por la vía judicial, gracias a sentencias que han amparado la creación de grandes plantaciones que suministran aceites derivados de la marihuana a miles de pacientes.
Una de las mayores plantaciones del país, con 600.000 metros cuadrados, se levanta en Paty do Alferes, a unas dos horas de Río de Janeiro, una hacienda que suministra aceites derivados del ‘cannabis sativa’ a más de 3.000 pacientes de enfermedades como epilepsia, párkinson, alzheimer y autismo.
Esta hacienda, que produce unos 2.000 frascos de los aceites por mes, es fruto de un arduo y complejo camino emprendido por la Asociación de Apoyo a la Investigación y a Pacientes de Cannabis Medicinal (Apepi), ONG que el pasado febrero recibió un permiso judicial para plantar cannabis.
“Nuestro trabajo está ‘sub iudice’ (pendiente de resolución judicial). Solo tendremos una protección jurídica definitiva cuando sea juzgado en la Corte Suprema y eso va a tardar”, dijo la abogada Margarete Brito, fundadora de la Apepi.
Brito tuvo la idea de crear la asociación junto a su marido, el diseñador Marcos Langenbach, después de descubrir que la marihuana ayudaba a controlar las convulsiones que causaba la epilepsia a su hija Sofía.
“Ella llegó a tener 60 convulsiones en un mes. Con el cannabis conseguimos reducirlas a 15”, aseguró.
Esa fue la chispa que prendió el motor para emprender una batalla judicial para conseguir cannabis legalmente, a pesar de las “enormes dificultades” que han encontrado por los recelos que existen sobre el tema en Brasil.