Vestidas como monjas, un grupo de cinco mujeres en México forma parte de la comunidad internacional conocida como las Hermanas del Valle. Este colectivo fue fundado en 2014 por activistas con el objetivo de destigmatizar el cannabis y aprovechar sus conocimientos ancestrales para promover su uso medicinal. La líder en México, autodenominada “Hermana Camilla”, creció en un hogar evangélico, abandonándolo a los 16 años debido al estricto código religioso de su madre. La relación se volvió aún más tensa cuando fundó Hermanas del Valle México.
En un país donde aproximadamente el 75% de la población es católica y la marihuana se encuentra en una zona legal gris, las Hermanas del Valle utilizan su imagen para llamar la atención y transmitir su mensaje.
La Hermana Kika, miembro y secretaria de la iglesia, explica: “Cuando la gente nos voltea a ver el morbo de ver a unas monjas con un porro o en un evento, como una exposición de marihuana, captamos su atención y podemos enviar el mensaje que queremos dar. Siempre aclarando que no estamos en contra ni en conflicto con cualquier religión”. La elección de vestimenta, similar a hábitos tradicionales de monjas, es consciente y estratégica, siendo una herramienta para llamar la atención y transmitir su mensaje de manera impactante, aunque no estén vinculadas a ninguna religión específica.
Su inspiración proviene del movimiento religioso secular conocido como “las Beguinas”, un grupo de mujeres dedicado a la espiritualidad, el aprendizaje y la caridad en el que nunca asumieron votos formales con la iglesia.
En México, el cultivo del cannabis está asociado a organizaciones criminales, a pesar de la legalización del uso medicinal en 2017 y del uso recreativo en 2020. Sin embargo, las Hermanas del Valle luchan contra este estigma desde el anonimato, temiendo represalias de narcotraficantes y buscando evitar conflictos con las autoridades. A pesar de los desafíos, el grupo enfatiza su fuerte compromiso con el activismo en torno al cannabis y la eliminación del estigma asociado.
La Hermana Bernardet, médica homeópata y miembro del grupo, destaca la importancia vital de legalizar la planta para poner fin a la violencia relacionada con su producción. El grupo trabaja con profesionales, como Alehli Paz, química e investigadora de marihuana, colaborando en la inspección de plantas y buscando soluciones innovadoras para abordar problemas de salud a través del cannabis.